El Titanic
En 1892 un famoso aunque ya olvidado periodista americano llamado W.T. Stead publicó un relato cuyo argumento era la tragedia de un barco de grandes dimensiones que termina hundiéndose en las gélidas aguas del Atlántico Norte. Algo similar sucedía en 1898, año de la publicación de una novela titulada Futilidad y firmada por un tal Morgan Robertson en la que un transatlántico grandioso partía del puerto de Southampton en su viaje inaugural rumbo a América, y que no conseguiría cruzar el océano debido a la colisión con un iceberg a unos 150 kms. al sur de los Grand Banks, en Terranova, Canadá, y que provocó el hundimiento del barco y la muerte de prácticamente toda la tripulación del mismo. En Abril de 1935, un pequeño barco navegaba rumbo a Canadá sin mayores contratiempos. De guardia se encontraba un marino llamado William Reeves, que de pronto y quizá debido a la oscuridad que le impedía distinguir cualquier indicio de riesgo y a viejas supersticiones marineras, dio la voz de alarma para detener la marcha del barco, pese a no tener seguridad de un peligro inminente. Cuando consiguieron ver la situación en la que se encontraba el barco, descubrieron que a unos pocos metros se hallaba un iceberg enorme, que pudieron evitar gracias al instinto del joven vigía. Estos tres relatos hubiesen quedado en el olvido y no tendrían mayor trascendencia si el transatlántico británico de lujo Titanic no hubiera colisionado con un iceberg a 153 kms. de los Grand Banks de Canadá un 10 de Abril de 1912 durante su primer viaje. Pero aquí no acaban las curiosidades, ya que el azar, la casualidad o la ironía quisieron que el periodista Stead fuera una de las 1.513 personas que perecieron en el naufragio, que el barco que imaginó Robertson se llamaba Titán, y que el joven vigía William Reeves naciera el 10 de Abril de 1912 y que aquella misma noche pero en el año 1935 estuviera de guardia en un carguero llamado Titanian.
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